Soy TziviDesarrollador de software.

Tzivi Gelstein

Trabajo y certificaciones

Lo que hago

  • Optimizar

    La experiencia del usuario

    lightbulb
  • Crear

    Soluciones atractivas

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  • Construir

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    rocket

Proyectos Web

Un poco sobre mí

Carrera y experiencia

Soy desarrollador de React y Python con una pasión por crear experiencias de usuario eficientes. Con experiencia en desarrollo backend, pruebas unitarias y E2E, y pruebas manuales, colaboro con equipos de frontend para desarrollar funciones para la API del proyecto. Mis habilidades técnicas incluyen Docker, React, Node, CSS, Bash, PostgreSQL y MongoDB.

Metas y objetivos

Mi doble enfoque es mejorar nuestro espacio de trabajo colaborativo mientras abraza oportunidades diarias de aprendizaje. Creo que el crecimiento continuo y la creación de un entorno eficiente van de la mano, permitiendo a nuestro equipo entregar resultados excepcionales mientras expandimos nuestras capacidades.

Habilidades profesionales

Habilidades blandas

  • Auto motivado
  • Adaptable a entornos de colaboración
  • Disposición a aprender cosas nuevas
  • Deseo de trabajar en equipos de alto rendimiento
  • Dedicación al crecimiento y mejora profesionales

Mi historia

¿Alguna vez sentiste una atracción por algo misterioso, algo que no terminabas de entender, pero que morías por descubrir?

Yo tenía apenas diez años cuando me topé por primera vez con el misterio que terminaría marcando mi vida.

De chico, nadie a mi alrededor entendía realmente las preguntas que me hacía. No crecí rodeado de ingenieros ni de gente muy metida en la tecnología. No había modelos a seguir con respuestas, ni nadie que me guiara—solo una inquietud constante en la cabeza que no sabía cómo calmar. Así que me metí en el único lugar que parecía no tener límites: Internet.

Me acuerdo de buscar cosas como “¿Cómo funcionan las computadoras?” o “¿Qué hay adentro de una máquina?”. No entendía del todo lo que encontraba, pero no me importaba. Me atrapaba lo desconocido. Había algo fascinante en saber que las respuestas estaban ahí afuera, esperándome.

Aprender solo no fue fácil—pasé un montón de noches sin dormir, tratando de entender conceptos técnicos, sintiendo que nunca iba a poder desentrañar la complejidad que había dentro de esas máquinas. Miraba los mismos videos mil veces, pausaba cada dos segundos, buscaba cada palabra que no conocía. Sentía que estaba cerca de entender, pero siempre me faltaba un poquito más.

Pensaba que sabía en lo que me estaba metiendo, pero recién cuando desarmé mi primera computadora y me quedé mirando sus circuitos complicados, me cayó la ficha: la tecnología no era solo una curiosidad—se había vuelto una obsesión.

No tenía idea exacta de lo que estaba haciendo, pero no podía parar. Cada tornillo que sacaba, cada cable que seguía, cada componente raro de metal—todo me hablaba en un idioma que todavía no conocía, pero que necesitaba aprender. Esa curiosidad se volvió mi brújula.

Y todo cambió cuando alguien, de forma totalmente inesperada, me tiró un comentario que me abrió un nuevo mundo: un pariente me dijo al pasar, “¿Por qué no probás aprender a programar?”. Solo esas palabras. Pero para mí fue como si me abrieran una puerta.

Todavía me acuerdo perfecto: estaba solo, la luz de la pantalla era lo único que iluminaba el cuarto a las dos de la mañana, y ahí estaba yo, agotado pero feliz porque, al fin, ese código funcionaba. El cursor parpadeando era como el ritmo de mi corazón. La terminal, mi forma de hablar. Ya no era solo yo usando la máquina—estaba empezando a comunicarme con ella.

Mientras más aprendía, más quería saber. A los 16, programar ya no era un sueño lejano—se había convertido en el motor de todo lo que hacía. Pero incluso en ese momento, no tenía ni idea hasta dónde me iba a llevar—ni a quiénes iba a encontrar en el camino.

Entrar a una escuela secundaria con orientación tecnológica fue un antes y un después. Por primera vez, entraba a aulas llenas de gente que hablaba el mismo idioma que yo había aprendido en silencio. Había otros que compartían mi obsesión, profes que ya habían recorrido ese camino, compañeros que me desafiaban y me ayudaban a crecer.

Nunca me voy a olvidar del docente que vio algo en mí—esa persona que me empujó a no conformarme con entender cómo funcionan las cosas, sino a preguntarme por qué funcionan así. Sus preguntas me llevaron más allá, a explorar la lógica, el diseño, incluso la filosofía que hay detrás de los sistemas.

Y ahora que miro para atrás, me doy cuenta de que no fue el código ni las máquinas lo que más me marcó—fueron los momentos. Esas madrugadas de descubrimiento. La bronca cuando un programa se rompía por decimoquinta vez. La felicidad de hacer andar algo que pensé que era imposible. Los amigos que hice. Las preguntas que todavía hoy no me dejan dormir.

Aprendí un montón, pero la lección más importante es que lo mejor todavía está por venir. ¿Quién sabe adónde me va a llevar esta pasión?

Tzivi's Memoji waving and smiling

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